por Vicente Rubio-Pueyo.

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Mientras el pasado 3 de noviembre toda la atención del mundo se centraba en quién se llevaría las llaves de la Casa Blanca, otra serie de elecciones tenía lugar a más de 1.500 millas de distancia. Se celebraban elecciones municipales, legislativas y a la gobernación en Puerto Rico; un territorio, cabe añadir, que sigue sometido a los poderes plenarios de Estados Unidos. En todo el archipiélago, el recién formado Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) surgió con fuerza. En particular, el candidato a alcalde por la capital de San Juan, Manuel Natal, sin apenas medios económicos ni apoyo mediático, se quedó a las puertas de la victoria. El margen era tan estrecho entre él y Miguel Romero, del Partido Nuevo Progresista (PNP), que el escrutinio postelectoral fue crucial. Este arduo proceso -verificar hasta el último voto- ha estado marcado por tanta obscuridad burocrática por parte de las autoridades electorales como por la movilización masiva de voluntarios del MVC. Aunque finalmente Romero juró su cargo, que el escrutinio postelectoral fue crucial. En cualquier caso, el dramático impacto de la campaña de Natal y la aparición del MVC como fuerza legítima en la política puertorriqueña representan un cambio de paradigma. El duopolio tradicional entre el PNP y el Partido Popular Democrático (PPD) se quebró por fin.

En febrero, hablamos con Pablo Benson, activista, organizador y director territorial de la campaña de Natal. La siguiente conversación traza el contexto social y político de Puerto Rico en los últimos años; los debates entre y dentro de los movimientos de base que posteriormente dieron origen al MVC; y la génesis y evolución de la candidatura municipalista de Natal. Los retos, métodos y logros de esta última apuntan a un nuevo horizonte para San Juan.


VRP: Quizás podríamos empezar por el final… ¿Qué pasó con los votos?

PB: Empecemos por el día de las elecciones. El 3 de noviembre fue intenso y emotivo tras una campaña en la que lo dimos todo. Los recursos eran escasos y nos enfrentábamos a la sofisticada maquinaria de los partidos tradicionales. Aquella noche, desafiando los pronósticos, nos vimos en la delantera, pero la narrativa que circulaba en los medios tradicionales decía lo contrario. Fue raro ver cómo un canal de noticias declaraba la victoria para nuestro contrincante principal. Natal salió a declarar públicamente que eso no podía ser cierto. Y así fue: al final del día, Natal había ganado por 4.000 votos.

Pero lentamente, desde la semana anterior, la Comisión Estatal de Elecciones seguía contando los votos adelantados. Allí, el MVC tenía una carencia crucial de personal, y esta falta de rendición de cuentas podría muy bien ser la razón por la que perdimos. A pesar de nuestra ventaja, nos quedamos cortos por 2.000 votos. La unidad del voto adelantado fue aberrante, dando ocho votos a Romero por cada uno que recibió Natal. Nuestras sospechas no hicieron más que aumentar cuando se conoció el conteo total: ¡superó el número de electores que incluso solicitaron el voto adelantado! Eso en cualquier sitio se considera una irregularidad grande. Como mínimo, habría que hacer un recuento; como máximo, habría que repetir las elecciones.

La Comisión, presidida por el PNP, certificó la victoria de Romero a pesar de todo, sin tener en cuenta que ignoró su propio reglamento, que exige que se investiguen estas discrepancias. Natal no tardó en impugnar en el Tribunal de Primera Instancia, pero el caso fue desestimado por un tecnicismo. Dado que el Tribunal Supremo de Puerto Rico está controlado por el PNP, y que varios de sus jueces se han pronunciado previamente sobre su desprecio hacia él, nuestras posibilidades de obtener un remedio eran mínimas. Ahora bien, sin duda, ganamos en la corte de la opinión pública. Muchos consideran a Romero ilegítimo y el proceso que lo certificó atropellado y turbio. No ayudó que la prensa no cubriera debidamente esta historia. Sólo nuestras limitadas plataformas del MVC informaron sobre esta violación de la democracia.

A riesgo de sonar paradójico, creo que todo esto es un buen augurio para nosotros desde el punto de vista organizativo. La gente entiende ahora que la política no es un mero deporte para espectadores. Que la única manera de prevenir e interceptar cualquier trampa es comprometerse, implicarse. La avalancha de apoyo que recibimos en el proceso de conteo habla de ello. Al día siguiente, Natal hizo un llamamiento a través de las redes sociales. Necesitábamos urgentemente voluntarios dispuestos a defender los votos: 200 se presentaron el primer día, 500 el siguiente, y casi 1.000 el día posterior. Fue increíble. Gracias a ellos descubrimos el problema que aún envuelve a la unidad de voto adelantado. Si hubiéramos podido organizar esto antes del día de las elecciones… Por lo menos ahora tenemos un movimiento de vigilancia para el actual cuatrienio.

VRP: Más allá del conteo, ¿qué balance hacen desde la campaña de Natal, y de las otras candidaturas del MVC, de los resultados?

PB: Hayamos ganado o no, los resultados han sido históricos. Nuestro objetivo de realizar un realineamiento político se ha conseguido, y el hecho de que sólo hiciera falta un ciclo para ponerlo en marcha es prometedor. En cuanto a la Asamblea Legislativa, es la primera vez que un tercer partido logra elegir tantos senadores y representantes por acumulación. Hay que recordar que MVC no existía antes de este ciclo electoral. Sin base, sin trayectoria, sin estructura organizativa, nada. Estos resultados indican el grado de transformación que está experimentando Puerto Rico. Estamos ante un nuevo tablero político con una plétora de oportunidades, eso sí, si hacemos las movidas adecuadas. Sobre todo porque observamos un aumento de las fuerzas progresistas, al mismo tiempo que se consolida una extrema derecha. Esto último queda claro con el partido recién fundado llamado Proyecto Dignidad. El statu quo puede alterarse desde cualquier lado, de ahí la urgencia de MVC. No podemos ceder ningún espacio.

Manifestantes desbordan una autopista en las protestas del verano de 2019. Crédito: Gabriel Soto Rivera, El Sentinel

VRP: En medio de los desastres naturales, financieros y políticos que ha sufrido Puerto Rico en los últimos años, ¿cómo nació el MVC y, en particular, la candidatura de Natal en San Juan?

PB: El MVC y la candidatura de Natal a la alcaldía son procesos paralelos. Veamos la trayectoria del primero. En 2010 se formó el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), más conocido por sus propuestas socialistas y su singular estrategia para sortear la lógica del status. Al igual que Podemos en España, buscaba ampliar el lenguaje y el trabajo político de la izquierda tradicional. También tomó forma el Movimiento Unión Soberanista (MUS), con integrantes a favor de la independencia y quienes creían que un pacto con Estados Unidos podía continuar pero sólo a través de una mayor soberanía. Era un intento de aglutinar a los no anexionistas en torno a un nuevo eje de status. Ninguno de estos partidos llegó muy lejos en 2016. No obstante, marcó la primera vez en décadas que la izquierda reformuló su inserción en la política electoral. La incógnita seguía siendo: ¿Cómo unir los pilares del sindicalismo y la descolonización? La respuesta: Un proyecto transversal, que incluyera todas las opciones de status.

Esta solución va de la mano con la formación de un amplio frente antineoliberal. El modelo económico del llamado Estado Libre Asociado está en profunda crisis. Puerto Rico ha estado plagado de recesión desde 2006, y las políticas de austeridad a raíz de la Gran Recesión han causado un daño social inconmensurable. Los problemas no hicieron más que agudizarse cuando el Congreso estadounidense aprobó la Ley para la Supervisión, Administración y Estabilidad Económica de Puerto Rico (o PROMESA, por sus siglas en inglés) en 2016. Luego llegaron los huracanes Irma y María.

Uno de los principales obstáculos para construir una coalición contra el neoliberalismo es la forma en que la política aquí está dominada por la cuestión del status. En lugar de atravesar el espectro de izquierda a derecha, el debate se atasca en el status. Eso era precisamente lo que estaba empezando a romperse: así que clavamos una cuña para abrir camino. Era el momento de involucrar a toda la ciudadanía progresista, ya sea a favor de la autonomía, la soberanía, la independencia o, sí, incluso la estadidad.

Esas valoraciones se fueron articulando a lo largo de 2018, pero el levantamiento del Verano de 2019 lo cambió todo. Oleadas masivas de protestas, la gente inundando las calles. Nuevas posibilidades aparecieron. Una nueva mayoría se alzó, harta del bipartidismo. “Ni rojos (PPD), ni azules (PNP)” era la demanda que retumbaba por todas partes. Fue como añadir armamento al movimiento: empezamos a articularnos. El MVC optó por desarrollar una estructura organizativa descentralizada, inspirándose en el propio Verano del 19. Más que fundar un partido político, esta Red de Redes se propuso crear un movimiento. La gente se anima a participar en el proceso político cuando tiene una mano en su elaboración.

Uno de las mutaciones más interesantes de aquel verano fue el florecimiento de asambleas vecinales en todo el archipiélago. Los vecinos -incluso las celebridades- participaron de forma tan directa como sincera. El mes de julio fue como un flash espectacular, a ritmo de reguetón y trap. Todo ese magma, todas esas ganas de tomar acción preceden a cualquier estrategia. Y eso era precisamente lo que esperábamos aprovechar en San Juan.

 

VRP: Entonces, ¿cómo encaja la candidatura de San Juan en este frente amplio? ¿En qué punto se encuentra el municipalismo con el MVC?

PB: El propio Natal fue activista en el movimiento estudiantil. Con la huelga de la Universidad de Puerto Rico, en 2010, empezó a adquirir un perfil. Unos años más tarde fue elegido legislador por el PPD, donde se convirtió en una especie de rising star insurgente. La corrupción, la mala gestión y la desigualdad fueron sus principales blancos. Se ganó algunos enemigos en el establishment por ello. Natal iba camino de ser el próximo candidato a gobernador, hasta que un día descubrió la corrupción dentro del partido. En ese momento ya no había vuelta atrás. Rompió con el PPD y se desafilió por completo. Estaba por su cuenta. Pero no por mucho tiempo.

La candidatura de Natal a la alcaldía fue un producto de las protestas del verano, con un impulso que se extendió hasta el otoño. Pronto tuvo un equipo, y le introdujeron en el municipalismo. Su visión desde el principio era construir un programa político junto con las comunidades, pero ahora tenía un marco para hacerlo. La pandemia se coló unos meses después. La estrategia pasó de las congregaciones presenciales a la divulgación puerta a puerta. Cada día era una nueva comunidad, un nuevo barrio. Cuatro, cinco horas conversando con los vecinos: escuchando, anotando e incorporando. Lo que llamamos el Modelo San Juan se diseñó a partir de ese vínculo de retroalimentación.

Natal y su equipo van de puerta en puerta para reunirse con electores. Crédito: Enrique Cárdenas Sifre

 

VRP: Imagino que se realizó algún tipo de mapeo para identificar los colectivos organizados con los que asociarse. ¿Qué papel juegan los movimientos sociales en la candidatura de San Juan?

PB: Ese es un aspecto que podríamos mejorar. Aquí en Puerto Rico, siempre que se quiere movilizar a las bases, los “líderes” suelen mediar. A veces es útil, pero otras veces estas figuras se autoproclaman y les gusta ser gatekeepers. Se acaban generando dinámicas jerárquicas que minan la acción colectiva. Por otra parte, está el intratable recelo de muchos en la izquierda hacia el electoralismo. Predominantemente independentistas, son reacios a involucrarse en un proyecto político que no abogue exclusivamente por esa opción. Eso a pesar de que MVC está, en gran medida, constituido originalmente por personas de los movimientos sociales. Hay una tensión ahí. Pero desde las elecciones las cosas han cambiado, y algunos colectivos nos ven como una herramienta que pueden utilizar. Vamos a ver cómo se desarrolla esta tesis en los próximos cuatro años.

VRP: Volviendo al Modelo San Juan, ¿en qué consiste?

PB: Si bien la Red de Redes del MVC tiene un alcance nacional, diseñamos un programa paralelo para el ámbito municipal. Uno y otro giran en torno a los mismos ejes, es decir, políticas que amplíen la participación democrática y los derechos sociales y que combatan la austeridad. A lo largo de la campaña buscamos demostrar, en la práctica, el tipo de política participativa que cultivaríamos una vez en el cargo. Tomemos como ejemplo las elecciones legislativas de San Juan. Normalmente, los aspirantes son elegidos a dedo por el candidato a la alcaldía del mismo partido. En nuestro caso, los asambleístas fueron seleccionados a través de, literalmente, asambleas -foros abiertos-. Rompimos aún más con la tradición. En lugar de simples legisladores at-large, MVC propuso que cada uno estuviera vinculado a una región de la ciudad. De este modo, las distintas comunidades podrían exigir a los legisladores una mayor responsabilidad.

Las políticas públicas se pueden elaborar yendo de puerta en puerta. Gracias a esa estrategia nos nutrimos de reclamos feministas, como el de declarar el Estado de Emergencia por Violencia de Género; de reclamos sindicales, como limitar las subcontrataciones y evitar los despidos masivos de trabajadores municipales en el cambio de administración; y de reclamos amplios, como pilotar la sanidad universal en la capital. Otra cuestión clave es el transporte público. Las aceras son insufribles, especialmente para personas de diversidad funcional. Las ciclovías son inexistentes. Sin carro es prácticamente imposible desplazarse. El acceso a la ciudad es una de nuestras prioridades. Pero quizá el aspecto más transformador del Modelo San Juan sea su compromiso con el desarrollo de una economía solidaria y social cooperativista.

Así que teníamos una agenda realmente ambiciosa. La anterior alcaldesa, Carmen Yulín (PPD), redujo el presupuesto de San Juan a casi la mitad. Fiscalmente, las cosas son complicadas: los mercados de bonos son inaccesibles, el huracán María fue desastroso, la Junta es despiadada; la lista es larga. No ayudó que el gobernador y la alcaldesa fueran de partidos opuestos. Así es como se consigue una reducción del gasto tan drástica de un cuatrienio a otro. Los presupuestos son cada vez más ajustados, y no parece que la situación vaya a amainar pronto. Nuestro programa tenía que resistir esta tendencia a toda costa. La gente sabe que hay otra manera, tiene que haberla.

 

VRP: Por muy concretos que sean estos problemas, parece que la tarea es también imaginativa. Integran constantemente lo que la gente les cuenta en la calle sobre los problemas más inmediatos de su comunidad a una visión más vasta. Parece que está diciendo que una ciudad bella y justa es posible.

PB: Sí, y quizá no estén separadas. La gente quiere una serie de cosas, un sistema que les trate con dignidad pero que también resuelva los pequeños problemas. En lo que a nosotros respecta, un gobierno centrado en el bien común puede cumplir estas expectativas. Si pudiéramos hacer evidente que la vida cotidiana mejora de forma palpable, entonces podríamos conseguir el apoyo masivo necesario para objetivos más elevados. De ahí el Modelo San Juan. Plantea un programa de 10 años con la intención de levantar la ciudad por encima de su funcionamiento mínimo actual, hacia un horizonte radicalmente nuevo. En última instancia, queremos engendrar un sentimiento de pertenencia en todes les sanjuaneres.

Una joven subida a un vehículo mostrando su apoyo a la campaña de Natal, durante la pandemia. Crédito: Eduardo Martínez

VRP: Y ese trabajo de articulación es especialmente importante para combatir las narrativas mediáticas establecidas.

PB: Exactamente. Las redes sociales fueron nuestro salvavidas, pero también una muleta. Demasiados ancianos se quedaron fuera de la campaña porque no teníamos los fondos necesarios para hacer una mayor publicidad. La campaña de Romero, en cambio, recaudó entre tres y cuatro veces más dinero que la de Natal. Sus anuncios de televisión estaban en todos los segmentos en todos los horarios disponibles. “San Juan brilla” sonaba por todas partes ad nauseam, golpeando como un carpet bombing mediático.

Teníamos que encontrar vías distintas a los medios tradicionales para ampliar el imaginario político. El mero hecho de que nos presentáramos a las elecciones ya era una hazaña histórica. La cobertura de la campaña fue casi nula, y el número de invitaciones que recibimos para participar en paneles o charlas se podía contar con la mano. El MVC fue pintado como un callejón sin salida. Pese a ello, buena parte del centro-izquierda que generalmente votaba al PPD se dio cuenta de la farsa. Sabían que íbamos en serio.

Cuando Bad Bunny nos apoyó públicamente, se rompió por fin ese media lockdown. La candidatura de Natal explotó. Movilizar el voto joven era la única manera, así que nos esforzamos por inscribir al mayor número posible. A finales de agosto, la megaestrella publicó su nueva tarjeta electoral, que se hizo viral al instante. Las filas en los centros de inscripción fueron kilométricas hasta el último día. Por si fuera poco, Benito anunció su apoyo a Natal una semana antes de las elecciones. Al final, el voto joven no se activó tanto como esperábamos. Lo cierto es que hubo avances entre votantes de 30 a 50 años. Aprendimos que hay que comprometerse más con las personas mayores, ya que suelen acudir a las urnas el día de las elecciones.

Quiero destacar otro aspecto novedoso de nuestra campaña. Los partidos tradicionales tienen maquinarias. Dependiendo del fervor con que se apoye una campaña determinada, se reparten los puestos políticos en la administración ganadora. No se pueden subestimar los sistemas de incentivos que han existido por décadas. Nosotros no tenemos nada de eso; es antitético a un grassroots campaign, la primera de esta índole electoralmente. Estoy orgulloso del repertorio táctico de nuestra campaña. Las estrategias de campo y territoriales que se utilizaron fueron innovadoras. Las visitas puerta a puerta, los bancos de llamadas y los mensajes de texto calaron tan bien entre la población que incluso los demás partidos intentaron copiarlos. Pero Natal tenía lo que ellos no tenían: un océano de voluntarios. Así que la estrategia de comunicación directa se fusionó con la estrategia organizativa descentralizada. La integración de los datos y la creación de una infraestructura digital serán fundamentales a largo plazo. Una labor lenta construye la base.

 

VRP: Ampliando de nuevo, hubo candidaturas locales del MVC en todo Puerto Rico. ¿Cuál es su evaluación de esas contiendas?

PB: A través de los 78 municipios de la isla, el MVC presentó más de 132 candidaturas en las primeras elecciones de su historia. Especialmente exitosas fueron las de asambleístas municipales. La campaña de Eva Prados para el precinto 3 de San Juan merece ser analizada porque es un reflejo de la de Natal. Estuvo muy cerca de ganar. Al quedarse corta por un centenar de votos, Prados también impugna los resultados.

Las elecciones a la gobernación revelaron una izquierda dividida. Alexandra Lúgaro (MVC) obtuvo un 14% de los votos, lo que es significativo, pero sólo ligeramente mejor que su anterior candidatura independiente. Por su parte, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) obtuvo los mejores resultados de su historia, con un 13,6% para Juan Dalmau. Es obvio que una coalición es la única forma de ganar la gobernación. Pero dado que nuestro sistema electoral se basa en el de Estados Unidos -es decir, no es una democracia parlamentaria-, formar coaliciones es prácticamente imposible. Ese es un reto muy distinto.

VRP: Las campañas han concluido, pero ¿qué estructura organizativa permanece? Además, ¿cómo evolucionará en San Juan?

PB: Ahora empieza el trabajo real. Nuestra estructura organizativa está diseñada de abajo a arriba. Cada unidad de votación tiene un capitán que actúa en el nivel administrativo más próximo a la gente. En el distrito de San Juan hay aproximadamente 120 unidades repartidas en cinco precintos, cada uno de los cuales tiene un representante. Mientras tanto, las comisiones temáticas trabajan en proyectos especiales. Digamos que una comunidad se enfrenta a un desalojo. Entonces se pone en marcha una iniciativa específica que aprovecha toda la red del MVC en San Juan para esa situación particular. Esto, a escala, alimenta las campañas a largo plazo para la vivienda pública, por ejemplo. El movimiento sirve de micrófono, de plataforma para amplificar las necesidades de la comunidad.

También se están gestando algunas ideas más allá de San Juan. Una colaboración que estamos explorando es con el Movement School, el brazo organizativo de Justice Democrats. Su currículo abarca estrategias territoriales, de comunicación y de recaudación de fondos. Dado que la gran mayoría de asambleístas del MVC no tenían experiencia electoral previa, el entrenamiento y la capacitación eran una prioridad. El próximo ciclo queremos docenas de Natales, candidaturas fuertes que desafíen a los dos partidos gobernantes en cada espacio. Si lo piensas, unos cuantos miles de votos ganan elecciones fuera de la capital.

VRP: Por último, ¿podría ubicar las elecciones de San Juan en un contexto global?

PB: Por supuesto que estamos hiperconcentrados en lo local, pero las luchas por reclamar el derecho a la ciudad trascienden las fronteras. El MVC está tejiendo activamente lazos más cercanos a nuestra realidad, en la República Dominicana, América Latina, Estados Unidos -¡oh, y también en Barcelona! La solidaridad internacional fue una de mis partes favoritas de esta ardua campaña. Todavía recuerdo el día en que Ada Colau endosó a Natal desde Cataluña. Visibilidad como esa es a veces el factor decisivo en las luchas por mayor transparencia.

Traducida y editada por Francisco Domínguez

Foto principal: Manuel Natal Albelo, anteriormente candidato a la alcaldía de San Juan y miembro de la legislatura puertorriqueña. Actualmente es coordinador general del Movimiento Victoria Ciudadana. Crédito: Eduardo Martínez