Cuando la confluencia municipalista Ahora Madrid ganó las elecciones en 2015, heredó una serie de grandes proyectos de desarrollo urbano inacabados que se habían puesto en marcha durante mandatos anteriores de inclinación neoliberal. El más importante de estos proyectos era Operación Chamartín, que luego sería conocido como Madrid Nuevo Norte. Aquello que inicialmente constituía un proyecto de pequeña escala para renovar la estación de tren, evolucionó hasta convertirse en un ambicioso intento de intervenir algunos de los últimos terrenos no urbanizados del municipio. De hecho, muchos la consideraron la mayor actuación urbana de este tipo en toda Europa. Uno de los objetivos de Ahora Madrid era paralizar el proceso de aprobación de este y de otros proyectos similares, y revisarlo con una perspectiva municipalista. 

Cuatro años más tarde, Ahora Madrid se había escindido en dos listas que disputaban las elecciones municipales – Más Madrid (la lista de la alcaldesa y su círculo íntimo junto a un grupo de antiguos miembros de Podemos que habían abandonado el partido y Equo) y Madrid en Pie Municipalista (compuesto por los actores que habían iniciado Ganemos, como la Bancada e Izquierda Unida – ahora oficialmente como partido – y Anticapitalistas, que había sido parte de Ahora Madrid como facción de Podemos). A pesar de que ya habían surgido muchas otras tensiones importantes en el seno de Ahora Madrid, la aprobación del proyecto Madrid Nuevo Norte desempeñó un papel importante en la ruptura de la confluencia.

El análisis de la forma en que Ahora Madrid abordó los proyectos urbanos inacabados – como Operación Chamartín – heredados de la gestión del Partido Popular revela desafíos importantes para el proyecto municipalista. Sortear este tipo de dificultades es crucial si el municipalismo aspira a proporcionar vías hacia un orden post-capitalista.

La estación Chamartín, origen del proyecto hace veinte años (Foto: Clara Medina García)

 

Primer desafío: ¿Qué tan real es la democracia real?

Conversaciones recientes con miembros de Ahora Madrid sugieren que la confluencia se centró en desplegar una “estrategia de oposición” a las políticas conservadoras que se habían  promovido en los veinte años anteriores. Esta crítica compartida, fundamentada en el rechazo al modelo urbano político-económico anterior, resultó ser, sin embargo, una base poco sólida sobre la que organizar las cosas de un modo diferente. No obstante, la ausencia de un plan de acción común para un modelo urbano alternativo y la falta de propuestas consensuadas no deberían considerarse obstáculos insuperables. 

El método municipalista conlleva una lógica del “hacer” que pone de relieve un abordaje prefigurativo de problemas concretos. Parte de su carácter innovador y de su fortaleza reside en el intento de transformar las instituciones existentes para hacerlas funcionar de acuerdo con una idea de “democracia real” que hace hincapié en el conocimiento colectivo de la gente para la gestación de un orden político alternativo. De todas maneras, debido a la falta de consenso dentro de la confluencia en cuanto a qué forma de democracia real debía ejercerse, y sobre lo que significa realmente transformar las instituciones, no sorprende que los conflictos afloraran desde el preciso momento en que se intentaron  implementar estas nuevas prácticas.

En el caso de la Operación Chamartín, se organizaron mesas ciudadanas (reuniones de  ciudadanos, movimientos de base, profesionales,…) para analizar y evaluar colectivamente la propuesta de Chamartín iniciada por el consejo anterior. Las aportaciones de estas mesas condujeron al rechazo absoluto de la propuesta y al desarrollo de un nuevo plan que contaba con amplio apoyo de Ahora Madrid y de los distintos actores de base: Madrid Puerta Norte. Sin embargo, el círculo íntimo de la alcaldesa tomó este plan como punto de partida e inició un largo proceso de negociación con una constructora privada (DCN) y con el gobierno nacional, que culminó con un nuevo proyecto: “Madrid Nuevo Norte”. Los actores de base no sólo rechazaron el nuevo proyecto, sino también el procedimiento que se había llevado a cabo para definirlo: se sintieron completamente excluidos del proceso. 

El conflicto no fue mera coincidencia, sino que reflejaba (al menos) dos ideas distintas de democracia presentes dentro de la confluencia municipalista: una variante basada en nociones de horizontalidad, deliberación y cooperación (la de los miembros de Ganemos), y una variante caracterizada por una jerarquía verticalista y la competición por la hegemonía (la de los miembros de Podemos). Está última variante fue “aplicada” por la figura de la alcaldesa Manuela Carmena, que se hizo con el poder dentro de Ahora Madrid y desmanteló su organización interna. En opinión de alguna gente implicada en la confluencia, a partir de ese momento Ahora Madrid dejó de funcionar conforme a los principios “municipalistas”. 

Estado actual del terreno que se urbanizará durante el proyecto Madrid Nuevo Norte (Fotografía: Clara Medina García)

 

Segundo desafío: ¿Qué conocimiento posee la gente? ¿Qué conocimiento es relevante?

Para entender este segundo reto es necesario tener en cuenta otro aspecto importante del municipalismo: la proximidad. La noción de proximidad conlleva dos elementos: (1) La democracia pierde su contenido y su capacidad si no genera “áreas de decisión directa” donde la gente pueda disponer de o ejercitar alguna forma de autogobierno. Una condición previa necesaria es la distancia adecuada entre las instituciones y la ciudadanía. Esta noción de proximidad solo se puede encontrar en el espacio local. (2) La escala local es aquella en la que se experimentan los problemas -cualquiera sea el lugar o la escala en que se produzcan- y adquieren su forma específica. Estos elementos convierten el espacio local en un lugar donde pueden producirse cambios significativos: confiando en la gente común, no solo en sus experiencias de los problemas de la vida real, sino en su conocimiento sobre cómo enfrentarlos.

Según Laura Roth (cfr. Capítulo II de Ciudades Democráticas), la idea del municipalismo también implica que las ciudades son aquellos espacios en los que la complejidad y diversidad de la sociedad pueden gestionarse mejor. El municipalismo busca construir poder para cambiar la realidad a través de esta complejidad, sacando provecho de ella en lugar de intentar imponer desde el exterior un orden que resultará inevitablemente simplista. Un proyecto municipalista a la vez aprovecha y depende de la interacción estrecha y directa entre las instituciones locales y la comunidad (y por lo tanto depende a su vez de distintas formas de alianzas, opiniones y actores). En consecuencia, el cambio se producirá desde abajo, ya que tendrá su raíz en la inteligencia colectiva y no en el limitado conocimiento de un grupo reducido de responsables políticos y expertos. 

No obstante, los conceptos de complejidad y conocimiento no fueron lo suficientemente problematizados dentro del proyecto municipalista madrileño, y es en este punto donde reside su debilidad. La complejidad de la gobernanza y planificación urbanas ya era suficiente obstáculo para mucha de la gente que participaba en el rediseño de las plazas (como Plaza España). No resulta entonces sorprendente que muchas personas vieran en la Operación Nuevo Norte, que supera en complejidad a proyectos anteriores, un proyecto muy abstracto y difícil de comprender. Mientras que es verdad que en el nivel local se pueden alcanzar victorias relativamente fáciles, demostrando que el cambio es posible, esto no (necesariamente) ocurre en casos complejos. 

Ante la ausencia de victorias fáciles y rápidas, es cada vez más difícil movilizar a la gente, y la impugnación de esta compleja operación urbana se vuelve muy marginal. Lejos de ser un ejemplo de inclusión popular, el debate se lleva a cabo exclusivamente entre expertos (urbanistas, economistas, técnicos en movilidad, pensadores críticos…). Un problema añadido es que la mayoría de ciudadanos de Madrid parece mostrar apoyo a la Operación Nuevo Norte, lo que puede significar tres cosas: (1) que la mayoría de la gente desconoce el posible y negativo impacto económico, social y ambiental (en términos de sostenibilidad, movilidad, gentrificación…) del proyecto; (2) que no les importa; (3) o que la crítica al proyecto, tanto en forma como contenido, es exagerada e incorrecta. 

A estas alturas, podemos preguntarnos: ¿Qué conocimiento es relevante y quién tiene acceso a él? La afirmación de que “la gente es la que decide” se basa en la asunción de que esta posee el conocimiento “adecuado”. Pero esto descarta la idea de que el conocimiento (y en particular la verdad) debe ser construido. Las verdades no se descubren, sino que se construyen. Por lo tanto, no debemos pensar en términos de una batalla por la verdad, sino sobre el estado de la verdad. La cuestión del conocimiento relevante está intrínsecamente relacionada con el estado de la verdad. Los intelectuales (expertos) desempeñan un papel central en la producción de la verdad. Especialmente en asuntos complejos como la Operación Madrid Nuevo Norte, vemos cómo son los intelectuales y los expertos quienes intervienen en el debate, más que la ciudadanía en general.

En este contexto es interesante que Reyes y Russell sugieran la posibilidad de combinar “sabiduría de la ciudadanía con el conocimiento experto” para abordar los problemas cotidianos de la gente. Para que la democracia real funcione es necesario superar la afirmación de que “la gente es la que decide” y desarrollar una interacción más matizada entre los diversos actores que poseen distintos tipos de conocimiento. Concretamente, es necesario resolver tres problemas: (1) en el contexto actual de hibridación de roles, ¿cómo definir y diferenciar a las ciudadanas de las expertas y el conocimiento que comparten o producen? (2) ¿cómo se combinan estos dos tipos de conocimiento? (3) ¿cómo garantizar que la combinación de este conocimiento esté dotada de la suficiente autoridad para hacer frente a los poderes adversarios? 

Si analizamos el caso de Madrid Nuevo Norte con una perspectiva municipalista, el primero de los dilemas desencadenó el desarrollo de procesos participativos desde el ayuntamiento y la constructora privada que competían en una “cruzada” por la legitimidad de sus argumentos. El segundo problema evidenció la ausencia de una implicación importante en estos procesos participativos y la falta de oposición a gran escala a la Operación Madrid Nuevo Norte. El tercer problema queda patente en el considerable apoyo del que disfruta el proyecto (tanto de la ciudadanía como de los expertos convencionales).

 

Conclusión

A pesar de estos dos desafíos o problemas, no se puede argumentar que el enfoque municipalista sea incapaz de abordar o brindar alternativas para proyectos urbanos tan complejos. Los desafíos se pueden superar; los problemas se pueden resolver. Una tarea central para los organizadores municipalistas es aclarar dos aspectos: (1) un consenso en cuanto a cuáles son los rasgos de la democracia real en su localidad; (2) una estrategia de combinación de distintos saberes para que el resultado de estos procesos tenga la suficiente legitimidad y capacidad para crear otras ciudades/mundos.

 

Pieter Rondelez es investigador de doctorado de la Universidad de Ghent, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Clara Medina García es investigadora de doctorado de la KU Leuven (Unidad de Planificación y Desarrollo) y la Universidad Complutense de Madrid (Facultad de Ciencias Políticas). La autora agradece la financiación de la investigación en la que se basa esta publicación por parte del Research Foundation Flanders (FWO) a través del proyecto SB PhD fellow número 1S46920N.