En Argentina hace cuatro años que estamos viviendo un profundo retroceso en manos de un gobierno neoliberal que socavó las condiciones materiales de existencia de la mayoría de la población, afectando fuertemente la capacidad de consumo de las clases medias, precarizando la vida cotidiana de los grupos sociales históricamente más vulnerables y expulsando a los sectores populares a los márgenes de una sociedad en crisis, sin poder garantizarles lo mínimo para una vida digna.

“La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma”, decía Margaret Thatcher, dejando en claro que el neoliberalismo es una forma de vida que hace de la competencia la columna vertebral desde la cual organizar la vida en sociedad y los comportamientos de las personas. Un proyecto político que opera tanto en la escala macro con políticas económicas de ajuste, como también -y principalmente- en la micro, colonizando los modos de producción de la vida cotidiana donde cada persona se convierte en una empresa de sí misma. Si esto es así, como militante me surgen al menos dos preguntas: ¿qué pasó, además del fuerte deterioro económico, con nuestras vidas (y nuestras almas) en estos años de ofensiva neoliberal? ¿es suficiente derrotar al macrismo en las urnas para terminar con el neoliberalismo?

La primera pregunta es más fácil de responder. Claramente no alcanza con terminar con un gobierno para terminar con el neoliberalismo. Como afirmaba Paula Canelo, Cambiemos (el partido político del presidente Mauricio Macri) “interpretó mejor que nadie el proceso de individualización que se viene produciendo al menos desde la última dictadura. Para la última dictadura, la individualización fue un componente estratégico de su proyecto de país, desde el punto de vista económico, social, represivo y político. Es decir, apuntó a la fragmentación de las solidaridades. […] En los años noventa volvimos a otro proceso de individualización, aunque con objetivos diferentes a los de la dictadura. El menemismo [término derivado del nombre del ex presidente Carlos Menem que asumió el rol entre 1989 y 1999] logró la valoración de la individualidad, no sólo por el auge neoliberal promercado y las transformaciones del mundo del trabajo, sino también por determinado tipo de consumo que habían estado vedados anteriormente”. Por su parte, la ola neoliberal de los últimos años avanza con “nuevas operaciones empresariales que […] llevan implícito un cambio en la producción de las subjetividades, de valores, modos de pensar y hacer, que imponen además nuevos consumos culturales acordes a los tiempos que corren”., según explican Seoane y Pamich Roca en su obra Salir del Neoliberalismo. Aportes para un proyecto emancipatorio en Argentina.

Ahora bien, si ganar unas elecciones no es suficiente, hacerlo es un paso imprescindible para dejar de retroceder y empezar a avanzar, por eso es más que celebrable que en Argentina las elecciones primarias hayan demostrado un claro rechazo al gobierno actual. No obstante, desde Ciudad Futura (un partido de movimiento que nace en Rosario (Argentina) para empezar a crecer en otros pueblos y ciudades de la provincia de Santa Fe), estamos convencidas de que el principal desafío que se abre en este contexto se relaciona con la posibilidad de empezar a delinear hacia dónde queremos avanzar, cómo queremos avanzar, con quiénes queremos hacerlo y cómo hacemos para ofrecer salidas que no sigan reforzando las tecnologías de la razón neoliberal que fomentan el aislamiento, el individualismo, la competencia, la segregación, la soledad y el sálvese quien pueda.

Las lecciones del feminismo

Antes de empezar a esbozar algunas líneas al interior de estos interrogantes, me parece imprescindible reconocer el lugar protagónico que ha tenido el movimiento feminista, no sólo en Argentina sino en el mundo entero, en cuanto procesos de organización y movilización masivos que han contrarrestado la acelerada individualización de la ofensiva neoliberal y los intentos de ruptura de cualquier acción colectiva y solidaria por parte de las prácticas y discursos emanadas del gobierno macrista, sus aliados locales e internacionales. Así como en los años 80 fue el movimiento de derechos humanos, con la lucha de las Madres de Plaza de Mayo como faro, y en la poscrisis 2001 fueron los movimientos sociales y de desocupadxs con las mujeres de cada barrio al frente, quienes emergieron como sujetos políticos de resistencia y de esperanza, el movimiento de mujeres y disidencias irrumpe con fuerza en esta nueva etapa. Tomar lo mejor de cada una de estas prácticas colectivas para pensar lo que viene me parece un primer paso imprescindible.

Una lectura de estas experiencias hoy, me llevan a pensar y reconocer, en cada una de ellas, muchas de las ideas y acciones que intentamos desarrollar desde Ciudad Futura cuando pensamos en la necesidad de feminizar la política: la irrupción de las mujeres en la escena pública-política; la innovación en las formas de lucha jerarquizando los afectos, la empatía; las exigencias de poner en el centro del debate los cuidados y las necesidades de las personas; los modos de organización política vinculados a la construcción de poder popular y la democracia protagónica.

Dicho esto vuelvo a los interrogantes que (después de que derrotemos al neoliberalismo en las urnas) se nos abren a quienes venimos construyendo nuevos modos de producción y reproducción de la vida frente al capital y su modelo deshumanizante, asumiendo el desafío de tener un pie en las instituciones y trincheras estatales y cientos de miles en los territorios. La etapa que se abre, y los “nuevos” gobiernos que, como diría un compañero, no dejan de ser nuevos gobiernos de la vieja política, estarán en disputa. Esto, nos pone ante la responsabilidad de agudizar la inteligencia colectiva para definir las estrategias venideras a los fines de ampliar el campo de lo posible.

Es en este marco donde me reafirmo en la idea de que es a través de la feminización de la política desde donde podemos encontrar no sólo una estrategia necesaria y vital para, desde los territorios, hacerle frente a las duras consecuencias de la crisis y comenzar el proceso de reconstrucción de los derechos perdidos durante el macrismo, sino que también se presenta como un camino para construir modos de vida más dignos e igualitarios. Poner en tensión las formas en las que concebimos la política y construímos poder es uno de los grandes desafíos que afrontamos a la hora de pensar cómo disputamos el futuro.

Nuevas formas de hacer política frente al modelo neoliberal

En Argentina la situación social y económica es absolutamente crítica. Estamos en emergencia alimentaria, con miles de familias que no obtienen lo mínimo e indispensable para una vida digna, donde las infancias son las más afectadas y la situación de vulnerabilidad y empobrecimiento de las mujeres aumentó notablemente. Por tanto, hay una tarea urgente desde la cual arrancar: la organización desde los barrios populares de iniciativas comunitarias que desde abajo busquen respuestas a las necesidades urgentes de las personas, fortaleciendo los lazos solidarios de la comunidad barrial pero también movilizando el compromiso y empatía de los sectores medios. Los aprendizajes de todos estos años, donde las compañeras de cada territorio han puesto en marcha redes de contención y acompañamiento junto a otras vecinas para crearse un trabajo, terminar los estudios secundarios, poner en marcha un comedor o colectivizar los cuidados son experiencias que tienen que multiplicarse en los meses por venir. Frente a esta tarea, creo que debemos encontrar en la masividad y en la heterogeneidad del movimiento feminista un territorio de militancia, donde cada persona que se rebele contra la opresión de género abrace la lucha contra todas las formas de opresión y el deseo de construir un mundo más justo, más libre y más igualitario.

En el mientras tanto, considero que hay que profundizar el trabajo, tanto dentro de las instituciones como desde la sociedad civil organizada, en torno a la necesidad de construir una agenda política diferente, que ponga como prioridad no ya las exigencias de las corporaciones económicas y el capital financiero internacional o los condicionantes del Fondo Monetario Internacional, sino las necesidades concretas y reales de las personas. Para eso hace falta audacia política pero también ideas, proyectos y políticas alternativas a las que conocemos. Por eso, mientras la política tradicional especula con cargos, nosotras nos concentramos en elaborar una agenda de propuestas que, construida desde asambleas territoriales, disputen el rumbo de lo que se viene, priorizando las políticas de soberanía alimentaria, integración urbana y urbanización de villas, producción cooperativa, juventudes y niñez, sostenibilidad ambiental, acceso a la vivienda, tercera edad, entre otras. Para eso será necesario que, tanto desde nuestro trabajo institucional como territorial, profundicemos los lazos de cooperación con otras experiencias, organizaciones sociales y movimientos populares con los que compartimos la lucha en cada una de las políticas mencionadas, a los fines de articular y fortalecer iniciativas legislativas, presionar a los gobiernos de turno y/o prefigurar, como sabemos hacerlo, soluciones desde la gestión social.

El poder feminista

Sin embargo tenemos que tener en claro que nada de esto será posible si no somos capaces de transformar la cultura política y construir un nuevo tipo de poder. En este punto, el aporte de la lucha feminista y los movimientos sociales es insoslayable. Estamos convencidas de que el poder no es una cosa que se toma y se ejerce creyendo que los cambios ocurrirán de arriba hacia abajo, sino que es una construcción y que, como tal, no está en un único lugar sino en cada vínculo que entablamos. Esta conceptualización nos permite concebir una estrategia revolucionaria que, lejos de centrarse meramente en la disputa por la conducción del Estado, nutra cada acción colectiva que surge en el territorio, cada relación social y cada práctica cotidiana, rompiendo con la pasividad a la que nos quieren condenar.

Frente a la concepción patriarcal del poder, asumimos el deseo de construir otra cultura política que se vea reflejada en liderazgos múltiples, referencias colectivas que se muevan no sobre la base del cálculo racional y especulativo sino impulsadas por la empatía y la solidaridad. Se trata de transformar los modos de acción, la manera de resolver los conflictos y las formas de construcción de los vínculos políticos, poniendo en valor la colaboración, el trabajo en red, la participación, la delegación de tareas y la escucha activa. Un primer esbozo de cómo estamos haciendo esto en Ciudad Futura se puede encontrar en el libro colectivo Futuras. Ciudades Feministas.

Prefigurar el futuro desde el municipalismo

Tenemos que trabajar en lo urgente feminizando la política y politizando los cuidados, sin perder de vista el desafío que asumimos como generación política en términos de ser capaces de construir y ofrecer imágenes deseables y realizables de un futuro diferente, que rompan con la concepción, tan instalada en el sentido común por el neoliberalismo, de que “no hay alternativa”. Para ello, desde Ciudad Futura apostamos por prefigurar, aquí y ahora, proyectos innovadores de producción, consumo, educación, cultura, salud, cuidados, entre otros, a los fines de demostrar que existen modos alternativos al capitalismo y a la división sexual del trabajo, que se basan en la gestión social de lo común. Anticipar esas imágenes de futuro, no sólo hace que las personas crean que existen alternativas, sino que también dan lugar a que ganemos en saberes y aprendizajes para multiplicar las experiencias en otros ámbitos, en otros territorios.

Abrazar la prefiguración y la gestión social como estrategias de construcción política nos permite partir desde una de las principales premisas que da vida a la feminización de la política en tanto práctica: el reconocer que las personas somos seres vulnerables e interdependientes y que, lejos de competir para salvarnos de manera individual, somos capaces de construir en común una vida más digna de ser vivida.

Cuando encaramos los procesos de transformación de esta manera nos abrimos a la posibilidad de politizar lo cotidiano, es decir: hacer visible y desnaturalizar las desigualdades que vivimos a diario, poner en tensión su constante mercantilización, alentar el protagonismo ciudadano y apostar por un proyecto que comprometa a la comunidad con la gestión de lo común. De esta forma, es posible romper (aunque sea de manera fragmentaria) con las dinámicas que se gestan de arriba hacia abajo. La política empieza a transitar por lo cercano, y es ahí donde las ciudades se convierten para nosotras en el territorio indicado para la puesta en marcha de políticas emancipatorias con fuerte participación popular.

Dejar de retroceder es el primer paso, hacia adelante la tarea es inmensa y no hay tiempo que perder. Para ello hace falta profundizar y multiplicar las experiencias de organización territorial, salir al encuentro de quienes están necesitando respuestas urgentes y que al mismo tiempo seamos capaces de interpelar a cada vez más personas en pos de vencer la apatía y el individualismo que impera en nuestras sociedades. Para que esto sea posible, la política debe construirse desde la proximidad. Si el neoliberalismo nos quiere en soledad, entonces que nos encuentre en común!

 

Caren Tepp es concejala de la ciudad de Rosario, Argentina, y militante de ciudad futura